Aritz Aduriz estaba dormido. A medias. Alicaido por la importante pérdida de peso dentro del Valencia, el vasco lleva una temporada gris. A estas alturas de competición, el año pasado había firmado once dianas. En la presente sólo ha hecho cuatro en menos de 1.000 minutos de juego. La definitiva explosión de Soldado le ha abocado a un segundo plano muy complicado de asumir. Incluso se ha especulado con su posible marcha del Valencia en el mercado invernal.
De momento, en el seno del club de Mestalla no contemplan la salida de su león indomable. En Bilbao insisten en la posibilidad de que el ariete se sume al proyecto Bielsa, una y otra vez, pero Aduriz no está en venta salvo que llegue una oferta irrechazable para ambos.
El nerviosismo y las ganas de aprovechar cada segundo que pasa sobre el césped se ve reflejado en la estadística tarjetera de Aduriz en esta temporada. Ya ha visto cinco cartulinas amarillas y dos rojas, incluida la del Sánchez Pizjuán, en una jugada en la que picó el anzuelo de Spahic y Fernando Navarro. Fue un gesto impropio de un futbolista que siempre ha antepuesto los intereses del colectivo a sus ambiciones personales.
Se desquitó al fin ante el Villarreal. Sólo necesitó diez minutos para conseguir el tanto que salvaba un punto para el Valencia. No fue una celebración más. Aduriz lanzó un gesto de rabia y fue arropado por todos sus compañeros. Se quitó un peso de encima y de paso, recobra parte de la confianza perdida en una fase de la temporada en la que habrá minutos para todos.
Fuente: Las Provincias
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