lunes, 9 de enero de 2012
Aduriz da el punto de agresividad
El empate le sirve al Valencia para ampliar la distancia respecto a sus perseguidores por la tercera plaza Emery celebró con rabia el gol del empate ante un Villarreal en el que se notó la mano de Molina.
Visto lo visto, acabar la jornada con un reparto de puntos en Vila-real terminó siendo motivo de celebración. La enorme diferencia entre el Valencia y sus perseguidores sigue inalterada. Puede que el juego en El Madrigal no fuese bueno, pero el tanto de Aduriz sobre la bocina terminó compensando los groseros errores en defensa que supusieron los dos tantos del Submarino.
Los datos están ahí y son irrefutables: el empate extraído ayer de Vila-real eleva a los de Emery hasta los 34 puntos, consolidando su tercera plaza al tiempo que se quita de encima una de las salidas más incómodas de toda la temporada. Los perseguidores poco a poco empiezan a ver la rueda valencianista demasiado lejana. Ni Sevilla -a diez puntos de distancia- ni Atlético -a catorce- suponen a día de hoy un obstáculo entre la tercera posición y el conjunto che.
Quizá consciente de la importancia de no perder ante un rival que jugaba al abrigo de su público y que contaba con el revulsivo del cambio de entrenador, Emery celebró con rabia el gol de Aduriz. Puede que el técnico no esté dando las mismas oportunidades al atacante vasco que el pasado año, pero el tanto de Aritz puede acabar siendo clave para mantener la buena dinámica. Con ambos puños apretados y a grito vivo, Unai festejó a lo grande un empate que premiaba la mejoría de los suyos tras el descanso.
La reacción llegó gracias, principalmente, a dos intervenciones providenciales de Diego Alves. El brasileño mantuvo vivos a los suyos tras evitar las ocasiones de Nilmar y Ruben, muy activos y que llevaron por la calle de la amargura a la defensa del Valencia. Las contadas aproximaciones de los che a la meta de Diego López aumentaron en los últimos minutos, ya con Aduriz sobre el verde. El vasco anotó el gol del empate tras un error monumental de Zapata en el despeje. El colombiano dejó un balón muerto en el área que el valencianista, necesitado esta campaña de minutos y protagonismo, no desaprovechó.
Antes los regalos defensivos concedidos en el primer tiempo parecían condenar al Valencia a sucumbir, una temporada más, en su visita a tierras castellonenses. Emery se desgañitaba en la banda corrigiendo una y otra vez la posición de Miguel -era el jugador que más a mano le quedaba- mientras el centro del campo amarillo se imponía a un Topal y Banega poco acertados.
La intensidad de los de Molina era siempre un puntito mayor en cada choque, entrada o pugna por el balón. La fricción estuvo a punto de convertirse en fuego en más de una ocasión. Soldado las tuvo tiesas con el joven Oriol durante todo el primer tiempo, mientras Rami y Marco Ruben mantenían un diálogo compuesto de roces, escaramuzas y entradas a destiempo. El propio Ruben, minutos después, se revolvió tras una patada de Miguel cuando ya ambos estaban fuera del terreno de juego. Fernández Borbalán echó la mano al bolsillo hasta nueve veces -cinco amarillas para el Villarreal por cuatro del Valencia- para evitar el conato de batalla que se gestaba en cada acción. En el caso de Soldado, la quinta cartulina le dará descanso de manera forzosa la próxima jornada.
Molina asentía desde la banda. En el día de su debut, el técnico valenciano había dado instrucciones precisas a los suyos: presión e intensidad desde el primer minuto para evitar la salida de balón del rival. Víctor Ruiz y Adil Rami tuvieron serios problemas para sacar la pelota jugada durante el primer periodo. Los goles no tardarían en caer, llevando el delirio a una grada que vive tiempos oscuros esta temporada y que coreó con olés el 2-0 a los veinte minutos de partido.
La transición de Molina estaba completa: de los guantes bajo palos al chándal de entrenamiento, para finalmente acabar con traje y chaqueta una fría noche de enero mientras daba instrucciones desde su zona técnica. En el día de su alternativa, el valenciano demostró que no tiene problema en dar minutos a jugadores que han crecido a su abrigo en las categorías inferiores del Villarreal. Los jovenes Castellani y Lejeune probaron, durante unos minutos, las mieles de un derbi regional.
Al final, todas las partes acabaron extrañamente satisfechas. El Valencia sigue su camino con el paso firme que proporcionan los resultados, muchos mejores que el juego en partidos como el de ayer. El Pizjuán se vislumbra en el horizonte, y allí los errores podrían no salir tan baratos. Mientras, en Vilareal miran el futuro con más optimismo. Con un once muy similar -sólo dos novedades, Diego López y Gonzalo- al de Garrido en la debacle copera, Molina cambió la cara a un equipo con etiqueta de fino estilista. Este Villarreal muerde.
Fuente: Las provincias
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario